Me llevaron los pies hasta ella, como un autómata sabiendo perfectamente a donde iba, pero con la mente en blanco como sin querer saberlo, como esperando una sorpresa imposible. Seguía allí, varada en el claro a unos metros del desvío. Abandonada entre el canto de las cigarras y el olor a resina caliente. Apartando la maleza me asomé a la ventana de atrás, estaba todo roto pero quedaba alguna ropa tuya por el suelo, nuestro colchón con el relleno medio por fuera, como si algún animal lo hubiese desgarrado, la cocina que nunca usamos y poca cosa mas. Tambien quedaba algo de tu humedad en la caravana y en mi recuerdo. Atardeceres de viento erizando la piel. Noches susurros de aliento y la luna en tus ojos . Amanecer de escarcha, pezones duros y deseo.